La pintora de la reina

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Disconforme con los retratos que hasta entonces se hacían de ella, en 1779, María Antonieta, reina de Francia, convocó al palacio de Versalles a la joven Elisabeth Vigée Le Brun. La precedía una fama de artista talentosa e iconoclasta, capaz de enfrentars

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Disconforme con los retratos que hasta entonces se hacían de ella, en 1779, María Antonieta, reina de Francia, convocó al palacio de Versalles a la joven Elisabeth Vigée Le Brun. La precedía una fama de artista talentosa e iconoclasta, capaz de enfrentarse a las convenciones sociales y estéticas de su tiempo. El encuentro fue providencial y en la década siguiente Vigée Le Brun fue la pintora favorita de María Antonieta. Pero lejos está de haber sido apenas eso. Antes y después, fue un talento valorado en su país y en el extranjero. La aristocracia, ansiosa de emular a la reina, hacía cola en su estudio y muchas de sus pinturas han quedado como obras cumbres del siglo XVIII. Obligada a compaginar su formación artística con el trabajo remunerado, debido a su prematura orfandad, su momento de mayor éxito se vio inesperadamente truncado por la Revolución de 1789. Sin embargo, en un rasgo de carácter que la caracteriza muy bien, su pasión por la pintura la llevó a Italia y Rusia, donde no sólo internacionalizó su prestigio, sino que lo acrecentó. Geneviéve Chauvel, una de las autoras más exitosas en el género de la novela histórica, ha reconstruido con minucia, colorido y pulso firme, una vida apasionante que, al mismo tiempo, retrata con precisión un momento cultural, las cortes dieciochescas, y las rencillas entre artistas.