Que los niños huyan de mí

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Una novela o, mejor dicho, una narración deliberadamente morosa, de perfiles crueles, hasta sádicos. Gustavo es la antítesis del “dejad que los niños vengan a mi”, pues en su psiquis, profundamente enferma, los niños y los monstruos se confunden en un sol

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Una novela o, mejor dicho, una narración deliberadamente morosa, de perfiles crueles, hasta sádicos. Gustavo es la antítesis del “dejad que los niños vengan a mi”, pues en su psiquis, profundamente enferma, los niños y los monstruos se confunden en un solo ser… un Gustavo que evoca en parte al marqués de Sede, en parte también a la melancólica decadencia que flota en tantas páginas de Montherlant. La obra vale como una extraña y, en momentos, hasta apasionadamente indagación interior, por su empeñarse en echar luz allí donde reinan las sombras, …