JULIETA CAMINADA
Socia de nuestra Institución, mercedaria, docente de música. Destacó como concertista de piano y realizó estudios internacionales. Radicada en Montevideo hace mucho tiempo, escribe narrativa, poesía y dramaturgia para niños. Ha concurrido a los Talleres Literarios Río Negro y Odisea. Ha dado charlas y conferencias en diferentes instituciones. Integra la Asociación Uruguaya de Escritores (AUDE), el Grupo Erato y el Ateneo Rioplatense Filiar Uruguay.
MI OTRO YO
Temprano comenzaron mis enfrentamientos. Terribles discrepancias. No puedo revelarme contra mi propia esencia. Estoy condicionada a límites y tolerancias que llevo conmigo. Mis hábitos me dicen que lo que me exijo no es lo correcto. Mi Otro Yo me pide paciencia ante hechos que podrían hacerme perder mi dignidad. Cosas que, hasta el más común de los mortales no aceptaría sin reaccionar.
Pero necesariamente debo someterme a ciertos actos aunque no armonicen conmigo. Hay momentos en que creo que voy a estallar, pues no puedo mantenerme pacíficamente si estoy en permanente estado de discrepancia o encono. Estar indefinidamente en pie de guerra, créanme, no es algo cómodo o aceptable y me impone determinados parámetros que no condicen con mi sentido ético.
Es posible que esté llena de límites y de preceptos estereotipados. No puedo vencerlos ni puedo abandonarlos. Entre conciencia y esencia se establece una dicotomía, una verdadera disyuntiva.
Por momentos pienso que debo hacer un autorretrato de mi personalidad y me busco ante la imagen del espejo. No me gusta lo que veo, discrepo con lo que soy, discuto abiertamente con mi Otro Yo, pero es él generalmente quién me gana. Y siento que afecta mis valores con resoluciones reprochables e ilógicas.
Sé que ese antagonismo, si se transforma en permanente, puede generarme trastornos que podrían terminar en la enajenación mental. Entonces reacciono, me controlo, resuelvo calmarme antes de enfrentarlo. Respiro profundamente y una bocanada de aire fresco oxigena mi cerebro.
Pienso y luego explico a mi Otro Yo, que el odio destruye todo lo bueno, extermina todo lo bello, envenena el entorno. Pero no logro dialogar, él continúa con su pernicioso monólogo que ofende mi verdadero Yo.
Ayer, sin embargo, tuvimos un encuentro bastante positivo: ambos prometimos aunar fuerzas e intentar convivir en paz. Los dos sabemos que estamos condicionados a límites y tolerancias que cada uno lleva consigo y que, respetarlos, es la única garantía de alcanzar la paz.
¿Lo lograremos?
Julieta Caminada