Mis Fantasías

MIS FANTASÍAS


No se si era de tarde o de noche, estaba en esa hora intermedia donde la mente se sensibiliza y las emociones acuden y bañan nuestro ser.

Sentía un peso en el pecho. Estaba viviendo la desidia hija del desgano. Me asomé a la ventana, y el calor del cielo no trajo el impulso que necesitaba.

Tal era el desánimo.

Afloró la rebeldía, y la mente libre empezó a vagar en el espacio y en el tiempo.

El armario estaba a mi lado, guardando un cúmulo de objetos testigos de acontecimientos, que fueron construyendo mi vida.

Lo abrí de un golpe.

Por mis ojos penetraron en alud, cientos de imágenes desordenadas, caóticas, confundidas en las etapas del tiempo.

Extendí un brazo y la mano alcanzó el sombrero de mago y la varita mágica que me fueron regalados el día que cumplí los ocho años.

Recuerdo que por más que lo intenté, nunca pude concretar un acto de magia.

Miré el interior de la galera. Estaba vacía y desprendía el ácido olor de la humedad.

¡Cuántos intentos vanos! Nunca el conejillo blanco, ni la dócil paloma. Jamás la cadena de colores de los pañuelos atados. Solo era un hueco habitado por un aire inmutable, aferrado a la realidad.

Buscando encontrarme en el recuerdo inocente, la mano izquierda guió la varilla a su interior. Dije la palabra mágica provocadora de tantos desengaños como una simple fórmula, guiado por los impulsos del recuerdo.

Lo que no había sucedido antaño, ocurrió esta vez. De inmediato comprendí que debía reponerme de la sorpresa y una fuerza interna comenzó a combatir la depresión.

Cientos de objetos inmateriales, proyectos, aspiraciones, deseos, surgieron y comenzaron a borbotear en la copa de la galera.

¡Era magia!

¿Era posible que el prodigio ausente en la edad de la fantasía, se presentara ahora en la madurez?

¿Era un recurso del espíritu de conservación para rescatar la vida de la indolencia?

La respuesta me llegó cuando en el borde interior, asomó el

bello rostro femenino de una diosa. Entonó un canto sumamente conmovedor, que llenó el alma de sensibilidad y energía.

 

Mis ojos la interrogaron suplicantes.

-Soy Calíope –respondió –la mayor y más distinguida de las musas, y se esfumó en el aire.

Un desfile agradable siguió a su presentación: Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Terpsícore, Talía y Urania, en ese orden desfilaron ante mí, entonando una canción maravillosa.

El canto llegó hasta los pájaros y toda la naturaleza lució extrema preciosidad y armonía.

Asomó una sonrisa. Era la felicidad. Quise atraparla pero fue imposible. Su aparición fue tan breve que se evaporó junto con las musas.

La depresión se había retirado. Se alejó en la medida que un nuevo protagonista iba tomando su lugar. El cuerpo conocido, acrecentado con renovadas esperanzas que traían los objetos inmateriales: proyectos, aspiraciones, deseos, que se desprendían de la galera.

Que flotaban e ingresaban en la mente.

Cuando tomé conciencia del cambio, retornó la breve y esquiva sonrisa de la felicidad, que se mostró por un instante para volver a esconderse. Entendí entonces que la felicidad no es un estado perdurable, sino fugaz e intermitente que solamente vivimos en ocasiones, y que no es conveniente correr detrás de ella porque resulta inatrapable. Sin embargo descubrí que habían circunstancias que la seducían y le hacían mostrar su hermosa sonrisa.

La ventana de la realidad me apartó de ese mundo fantástico, fruto de la imaginación.

Pero la mente, ya había recibido una gran lección.

Aprendiendo de ella estoy aquí, escribiendo. Quiero trasmitir en la linfa de las letras, toda la emoción que agita el alma. Propagarla en narraciones, cuentos, reflexiones, que trasunten las ideas de quien las vuelca, a quien tenga la inquietud de acercarse a estos escritos.

Escritos que nacieron en la mágica galera escondida en un rincón oculto de la mente, para traerme esporádicamente otras alegrías.

La magia ha cambiado mi historia. Me impulsa a bañarme en las aguas del pasado. Recrear sucesos significativos. Idear situaciones y atarlas con el hilo de los valores aprendidos.

Fue así, como de la galera del pensamiento pude extraer esta cadena de fantasías que constituyen “EL HOMBRE DEPIERTO”.