La fisonomía política y social de Europa cambia de raíz en el transcurso del siglo XIX: la revolución francesa abre las puertas a ciertos desarrollos de la democracia burguesa y libera de trabas a la evolución del capitalismo; la era napoleónica diseña un nuevo mapa del continente y establece o destruye equilibrios políticos; los sucesos de 1848 incorporan a la lucha política vastos sectores sociales en una reacción contra el absolutismo que culmina en la fundamental experiencia para las masas obreras y populares que fue la Comuna de acción y profusamente ilustradas dan cuenta de estos procesos.