Dos hechos históricos despertaron mi admiración por la Nación Mexicana; el primero fue el generoso refugio que le ofreciera a los republicanos luego de la derrota de la República Española en 1939; el otro, la nacionalización del petróleo mexicano por el presidente Lázaro Cárdenas en el año 1938.
Dos actos ejercidos por un pueblo valiente que calaron hondo en mi espíritu de hombre americano.